Una gota de mar en la mejilla, hielo en los labios, lluvia en los pies… Alpine y Alfa 4C nos demuestran que hay cosas en la vida que aún merece la pena vivir a fl or de piel por el mero placer de nuestros sentidos; el mero placer de conducir
CONDUCCIÓN ‘A PELO’
Alfa 4c VS Alpine A110
En una época en que la Coca-Cola es Zero, la cerveza no tiene alcohol, la leche viene de la soja y el azúcar se llama sacarina, ‘damos palmas con las orejas’ cuando asistimos al nacimiento de un deportivo… deportivo, en el que la conducción autónoma no aparece ni en su manual de instrucciones. Un sportcar de los de antes, de los que ruge como un diablo cuando lo arrancamos, corre como una bestia cuando pisamos el acelerador y nos llama de tú si descubre que no estamos a su nivel.
Sus rivales los podemos contar con la mitad de los dedos de una mano; si nos olvidamos de Porsche y Audi por una cuestión de peso y concepción, llegamos a la conclusión de que Alfa Romeo y su mítico 4C es, junto a los extravagantes Lotus, los únicos enemigosasualtura. La historia del A110 se remonta al año 1955, cuando se funda en Francia una pequeña marca de deportivos llamada Alpine en honor a los Alpes, medio ambiente para el que fueron concebidos.
Entonces lanzan el A106 sobre la base del Renault GT4, al que siguió una serie de modelos con mecánica derivada de la firma del rombo que cosecharon un laureado palmarés en competición. Hace menos de una década Carlos Ghosn se planteó su resurrección colaborando con Caterham en el desarrollo de un deportivo que tendría en el bajo peso su razón de ser, proyecto que culmina en el A110, este precioso coche que tanto por estética como por mecánica hereda buena parte del ADN que vio nacer al airma.
LO JUSTO… La estructura tipo cuna de fibra de carbono vista permite ubicar sólo dos bacquets . El reposapies del acompañante es de aluminio. ADELGAZADO. La contención en peso ha llevado a Alfa a reducir guarnecidos y automatismos al mínimo. Una futura evolución contaría con pantalla multimedia.
MÁS SALVAJE. Entre los pocos opcionales que ofrece el 4C están dos packs deportivos que afectan al escape para potenciar su sonoridad y a la amortiguación, que puede ser aún más firme que la de serie, que ya es salvaje.
A la italiana sabe mejor
El Alfa 4C vio la luz en 2013 iel a la larga tradición de ‘barchettas’ italianas, apostando también por una reducción de peso que roza lo obsesivo y provoca que la mayor parte del habitáculo esté sin guarnecer, dejando a la vista el bastidor ‘cuna’ de ibra de carbono desarrollado en colaboración con Dallara. Del mismo modo carece de algunos automatismo impensables como la dirección asistida, lo que también ayuda a contener el peso en unos sorprendentes 995 kilogramos, lo que le permite arrojar una relación peso/potencia de 4,1 kilos/ caballo, una cifra que mejora ligeramente los 4,3 kilos/caballo del Alpine.
El habitáculo del 4C parece huir de cualquier vestigio de comodidad. Sólo la butaca del conductor se desliza longitudinalmente y cuando conseguimos acceder hasta ella descubrimos que vamos literalmente pegados al suelo, como en un kart de carreras. No hace falta que busques huecos y espacios para poner la cartera o el móvil porque no los hay; lo más cómodo es dejar a nuestro acompañante en casa e irnos solos y usar su bacquet para dejar nuestras cosas, a in de cuentas tampoco le vamos a escuchar, pues el ruido que llega hasta el habitáculo procedente del escape es atronador.
En su interior es como si hubiéramos entrado en el universo Ferrari, como si estuviéramos a los mandos de un mini-Ferrari que nunca llegó a ver la luz. A su lado el Alpine es tan cómodo como una Scénic; el espacio disponible es mayor y contamos con una guantera central debajo de la consola de buenas dimensiones aunque de difícil acceso, dentro de la cual se encuentra la placa de numeración de nuestra unidad. La puesta en escena es magistral, con detalles como el excelente volante o la bandera francesa bordada en la puerta, aunque algunos de los componentes nos recuerdan con demasiada obviedad a otros modelos Renault no tan exclusivos, como el módulo de climatización compartido con los Clio.
MÁS QUE SPORT. Bacquets acolchados, pantalla multimedia de siete pulgadas, cuadro 100% digital, bandeja para móviles… deportividad no exenta de confort. PUEDES VIAJAR. La racionalidad del habitáculo nos permite realizar viajes sin comprometer nuestra comodidad.
¡DISFRUTA!!! Conduciendo el Alpine volverás a buscar las carreteras nacionales olvidadas y poco transitadas, al volante las curvas son un juego de niños.
3,2,1… en marcha
Basta rozar el botón de arranque del Alpine para quedar seducidos por una melodía deportiva pero metálica y muy ina, nada de estridencias, una composición que cobra protagonismo cuando activamos el modo Sport o Track a través del botón rojo del volante, que hace las veces de selector de programas de conducción. El motor de la Espace parece cobrar un nueva vida a bordo del A110, es un verdadero glotón de aire que no para de dar ‘bocanas’ como un pez fuera del agua, dejándose escuchar con claridad a través de la admisión, un sonido tan adictivo como ya olvidado en la automoción actual.
Al arrancar el Alfa desatamos una tormenta de bramidos, toses, risas, carcajadas y carraspeos; una sinfonía del diablo a cambio de la cual estaríamos dispuestos a venderle nuestra alma. Es sencillamente increíble como atruena su motor, con una vehemencia que roza la insolencia; al in y al cabo no entendemos para qué tenemos radio, porque es difícil escuchar ni las señales horarias. Los dos mantienen las formas por obligación en la plaza de garaje, impacientes por pisar asfalto de verdad…
Sobre el papel la fórmula es difícil de superar; motor trasero-central y un reparto de pesos del 38/62% en el 4C y del 44/56% en el Alpine, recurriendo este último a soluciones tan ingeniosas como colocar el depósito de combustible sobre el eje delantero. Basta pisar una autopista o carretera en buen estado para quedar sorprendidos por el reinamiento mecánico del Alpine. Obviamente es un deportivo y su comportamiento resulta irme y atlético pero sin olvidar en ningún momento que los ocupantes deben disfrutar de cierto grado de bienestar en sus desplazamientos.
De hecho, al volante la suspensión parece ‘acunarnos’ con suavidad, permitiéndonos sortear badenes y baches con naturalidad a la espera de la llegada de zonas donde demostrar su genética de deportista. Activamos el modo Sport y notamos cómo el A110 tensa sus músculos, ahora ha dejado de ser un tierno cervatillo y lo sentimos grácil como una gacela. Extremadamente preciso con nuestras indicaciones de volante, sorprende la agilidad con la que el tren delantero cumple con la menor de nuestras insinuaciones, el motor rinde mucho más de lo esperado gracias a un cambio de doble embrague sencillamente perfecto, tanto por la rapidez como por la suavidad que muestra en transiciones, obviamente no tenemos la menor intención de manejarlo a través de las levas, pues dudamos que seamos capaces de mejorar el funcionamiento automático. Por separado ninguno de los órganos mecánicos del A110 rinde tanto como el conjunto.
Resulta difícil recordar un coche tan noble y equilibrado. Según se va complicando la carretera parece fundirse con nosotros dándonos un grado de conianza que nos lleva a buscar sus límites cada vez más lejos en curva, sin olvidar una capacidad de frenada realmente insultante, tanto por su potencia como porque nos permite entrar ‘pasados’ y ‘salvar los muebles’ en pleno giro sin rechistar. Todo ello con un control de estabilidad en modo latente, que sólo entra en funcionamiento cuando hemos sobrepasado ampliamente los límites físicos. En caso de desconectarlo el A110 se convierte en un maestro de conducción, permitiéndonos hacer cruzadas uniformes, predecibles y controlables mediante el acelerador y el volante.
LOS ‘BUSCACURVAS’. Las tediosas autopistas son una mera excusa a la espera de la llegada de las zonas de montaña, donde Alfa y Alpine encuentran su razón de ser.
Máximo egoismo
El Alfa vive para sí, es un ególatra recalcitrante. Si detecta en ti la menor duda o indecisión te invitará a bajarte. Debes ser irme, y tener mano de hierro sin guante de seda. Busca alguien que lo dome, y una vez que descubre que estás a su nivel se rinde a tus pies y se convierte en un compañero inseparable que parece ‘guiarte’ por la trazada correcta en los virajes, porque tú con el volante sólo le indicas la dirección, pero es él el que elige la zona de la carretera por la que quiere trazar, siempre la más irme y con mejor agarre.
En autopista es rápido y fugaz, y nos hace superar los 160 por hora sin darnos cuenta, y en zonas de montaña nos invita a conducir a golpes de volante, gas y freno, recordando que no tenemos dirección asistida y que para frenar debemos ‘aplastar’ sin contemplaciones el pedal izquierdo. Eso sí, no olvida ni perdona errores con facilidad, nos exige tanta precisión como anticipación en nuestras maniobras si queremos ser rápidos y sobretodo… disfrutar.